SER HUMANO
LA
DIGITALIACION DE LA VIDA
Durante
muchos siglos reinó en la tradición occidental una distinción entre: lo natural
y lo artificial, dos mundos distintos, antagónicos. Es decir el ser que es principio de su propio
movimiento y por otro las operaciones humanas para utilizar, imitar y ampliar
el alcance de lo natural.
Ahora la
frontera que separaba lo natural de lo artificial se está disipando, la vida se
está digitalizando, se está engendrando de la mano de las transformaciones de
los últimos tiempos al hombre postorgánico.
La natural
tiende a desaparecer y es reemplazado por lo artificial. El texto señala puntualmente
“lo orgánico desapareció”, surgen las máquinas poniendo en marcha en largo y
decidido proceso de mecanización del mundo.
Descartes
definió al hombre como una mezcla de dos sustancias completamente diferentes
pero separadas: por un lado el CUERPO-MAQUINA, es decir un objeto natural que
podía y debía examinarse con el método científico y por otro la MISTERIOSA
MENTE HUMANA, un alma pensante cuyos orígenes sólo podían ser divinos.
Para la
floreciente ciencia de la época, Dios era una especie de ingeniero que había
creado una máquina completa y exuberante: la naturaleza. Todos los fenómenos
químicos y biológicos podían reducirse a la lógica mecánica, el mundo era
regido por leyes que los hombres debían descubrir, enunciar, comprobar y
utilizar en su provecho.
En cuanto al
hombre si bien era considerado un sujeto privilegiado de tales saberes también
era una pieza más en ese universos mecánico; una pequeña máquina casi perfecta.
Hicieron su
aparición los primeros anatomistas y el CUERPO-MAQUINA tuvo que convertirse en
un cadáver para ser observado por la medicina porque solo un cuerpo humano
desprovistos de fuerzas vitales podía ser abierto, auscultado y husmeado por
los científicos.
Así lo
expresaba el pensador alemán Hans Jonas en su trato sobre biología filosófica
“es la existencia de la vida en un universo mecánico lo que exige explicación,
y esa explicación se proporciona con conceptos tomados de lo carente de vida”.
A lo largo
del texto se hace mención a lo escrito por varios autores con respecto a los
avances genéticos y al hombre desafiando los límites humanos mediante la
ciencia y la tecnología.
En la década
de 1930 se inauguró la exploración de la vida en escala atómica, surgieron
nuevas áreas de conocimiento, desde la electrónica hasta la biología molecular.
La física
clásica es dejada de lago y surge otro tipo de física, en 1953 el mundo asistió
a un descubrimiento fundamental: la estructura de la molécula de ADN, el texto
bioquímico que codifica las especificaciones para la génesis de cada individuo
y luego comprendieron cómo esa información genética se almacenaba en los
tejidos orgánicos y cómo se transfería de una generación a otra.
En tanto en
1973, se conoce otro descubrimiento fundamental, la técnica que se conoce como
ADN recombinante que permite alterar el programa genético de un organismo,
manipulando su información vital para obtener diversos resultados.
Los avances
tecnológicos comenzaron a ser notorios, actualmente los chips de ADN son
fabricados por empresas como Motorola, Hitachi y Affymdetric aleando vidrio y
silicio a miles de fragmentos de material genético humano, dispositivos que se
usan para diagnosticar enfermedades como la diabetes y el cáncer.
La
tecnología adquiere una importancia fundamental que dentro de poco tiempo como
lo anuncia un libro de divulgación popular
sobre genética toda una secuencia
de ADN será tan fácil de leer como el código de barras en los productos de los
supermercados.
Estos
dispositivos pronto podrían permitir detectar tumores u otros problemas de
salud antes que los síntomas aparezcan o antes de que surjan otras enfermedades
con sólo leer las instrucciones inscriptas en el código del paciente.
TENDENCIAS
NEOGNOSTICAS: EL MATERIALISMO SE DISUELVE EN LA LUZ
Las
instrucciones contenidas en los genomas de las diversas especies, incluida la
humana se descifran en los laboratorios de todo el mundo mediante equipamientos
específicos denominados secuenciadores automáticos de ADN junto con todo el
conjunto informático capaz de procesar gran cantidad de datos. La información
obtenida de esa forma es digital.
En los
laboratorios donde se realizan investigaciones y descubrimientos
biotecnológicos los materiales genéticos se fusionan con bits y byte, por lo
que las cosas del cuerpo también ingresaron en un proceso de digitalización
universal.
Los secretos
de la vida han pasado a manos de la tecnociencia, pero parece que la carne
molesta en los mundos volátiles del software, la inteligencia artificial y las comunicaciones
vía internet.
La
materialidad del cuerpo se ha convertido en un obstáculo que debe ser superado
para sumergirse libremente en el ciberespacio, pero el cuerpo humano no deja de
resistirse a la digitalización, se niega a someterse por completo a las
tecnologías de la virtualidad.
Se trata de
superar los límites de la materia, trascender las restricciones inherentes al
organismo humano en busca de una esencia
virtualmente eterna.
Esa actitud
delata un cierto renacer de la antigua perspectiva gnóstica, el antiguo y el
contemporáneo las ansias de superar las limitaciones del cuerpo material
provocan cierta repugnancia por lo
orgánico en general (es limitado y perecedero, esta condenado a la obsolescencia).
Así surge el
imperativo de upgrade tecnocientífico, una intimación al reciclaje y la
actualización constante.
En ciertas
realizaciones de los programas biotecnológico y teleinformático se percibe esa
intención de superar la condición humana, las falencias del cuerpo orgánico. Se
pretende trascender la humanidad.
Ahora cabe
el interrogante ¿es posible existir sin cuerpo? La respuesta afirmativa parece
ser una de las propuestas de la tecnociencia de cuño fáustico con su meta de
digitalización total y su sueño de disolución de las materias en flujos de
bits, en señales electrónicas capaz de nutrir tanto a las máquinas como a los
organismos virtualizados.
Pero el
cuerpo anátomo-fisiológicos, su materialidad se revela y parece estar enraizado
en su estructura de carne y hueso.
EL ESPIRITU
EN LA CARNE: LA PERSISTENCIA DE LO ORGANICO
Para Descartes el hombre estaba dividido en
dos componentes distintos y separados: la mente y el cuerpo.
La corriente
fáustica que guía la tecnociencia contemporánea presenta cierta adversión a la
materia orgánica y las nuevas variantes de la metafísica tradicional no hacen
más que reafirmar el viejo dualismo y
privilegiar su polo inmaterial (software-código) y desdeñan y castigan
el polo material (hardware-organismo).
El cuerpo ya no se descarta por ser pecador sino por ser impuro en un nuevo
sentido: imperfecto y perecedero , fatalmente limitado y por ser viscoso y
orgánico ha quedado obsoleto, pero la misma tecnociencia se propone repararlo,
recrearlo y trascenderlo.
Teóricos de
la inteligencia artificial y la cibercultura parecen convencidos de que si
fuera posible construir un cerebro artificial copiando un cerebro humano se
lograría también copiar al sujeto cuyo cerebro se ha imitado. El cuerpo se
convierte en objeto de resentimiento por no ser una invención técnica y sería
digno de valor si fuera revisado y corregido por la técnica.
Muchos se
han aventurado a superar ese dualismo. Hans Jonas sugiere que lo orgánico
prefiguraría lo espiritual y el espíritu continuaría formando parte de lo
orgánico. De ese modo la vida fatalmente ligada al organismo sería
inevitablemente mortal, la vida y el
pensamiento solamente serían posibles en el mundo orgánico, es decir enraizados
en un cuerpo vivo.
Pero la
informática nació dualista e idealista. Uno de los textos fundadores de esa
disciplina tecnocientífica escrita por
Alan Turing se encargó operar esa separación, entre el “cuerpo orgánico” y la
“inteligencia” después de haber elegido a ésta última como la característica
que define la típicamente humano cuya preservación sería necesaria y suficiente
para salvar la “esencia” del sujeto.
Turing
especulaba sobre la creación de un programa informático capaz de imitar el
pensamiento humano y la capacidad de dialogar y hacia conjeturas respecto a que
si los interlocutores fallaban al identificar el origen no humano del
dispositivo entonces quedaría comprobado que las máquinas podían hablar.
Para
Francisco Varela especialista en ciencias cognitivas “el cerebro no es una
computadora” corriente que se opone al abordaje computacional.
Se defiende
la necesidad de un vínculo entre la mente y el cuerpo humano y niegan toda
posibilidad de un pensamiento anclado en software (es decir una mera serie de instrucciones
digitales), alegan en cambio la importancia de la interacción con el medio ambiente,
con los otros, la locomoción, la percepción y otras acciones y reacciones
ejercidas por el entorno físico.
Todos estos
procesos requieren la encarnación del
cuerpo en la mente. Para Varela lo orgánico sería un requisito básico y
necesario para el pensamiento.
Asi se
detallan otros pensamientos al respecto, tal es el caso de Jean-Francois
Lyotard que concluye que la mente humana no se limita a razonar lógicamente en
un sentido semejante al procesamiento de digital de datos propio de los
dispositivos informáticos sino que el pensamiento poseería una potencia
analogizante relacionada con las condiciones materiales de la existencia humana
incluido el sexo y el sufrimiento. Para el sería imposible pensar sin cuerpo
porque el sufrimiento es una experiencia vinculada al cuerpo humano.
Al igual que
estos autores, Descartes intentó explicar la integración entre el yo espiritual
y y el cuerpo mecánico aunque llegó a la conclusión de que la mente podía
sobrevivir si el cuerpo fuese destruido.
Admitió que
el hombre no se puede reducir a una mente inmaterial acoplada a un cuerpo mecánico,
en ser dual y claramente escindido, sino que se trata de una criatura
incorporada.
Ciertas
ambiciones de la inteligencia artificial suenan ingenuas porque suelen apuntar
a la fracción de las actividades mentales que pueden ser cuantificadas (cálculo,
abstracciones, razonamiento, razonamiento lógico) es decir aquellos aspectos en los cuales las
computadoras hace mucho que superaron a los humanos.
La
tecnociencia en cambio solo ha registrado fracasos en tratar de imitar los sentimientos,
las emociones, las sensaciones y las pasiones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario